Visita a un balneario de Caldes de Montbui
No, no he hecho esta corta visita con la intención de describir después mis vivencias. Resulta que por Navidad de 2009, mis hijos nos habían regalado a mi esposa y a mí un fin de semana de febrero 2010 en uno de los hoteles balnearios de Caldes de Montbui (Barcelona). Fuimos, a pesar de ir yo con un pie izquierdo vendado debido a un quiste que me dolía a ratos. Mi esposa no podía conducir porque estaba convalescente de una rotura de radio (es un hueso del brazo). Yo sí podía conducir porque mi automóvil tiene cambio automático (que no requiere conducir con el pie izquierdo). Me proveí de un mapa de la población sacado de GoogleMap.
Viernes:
Salimos por la tarde, cuando ya había oscurecido. El mapa abarcaba poco territorio y no tuvimos más remedio que preguntar el recorrido para llegar al balneario. Aparcamos en la plaza colindante a les 21:00, delante de varias señales de prohibición de aparcar. Tras dejar la maleta y la bolsa en la habitación, preguntamos en la recepción donde aparcar y nos dieron un pequeño plano del aparcamiento privado del balneario; la recepcionista insistió que teníamos que girar a la derecha antes de la iglesia. Esto hice, pero demasiado pronto y por una calle de 3 m de anchura. Al final de la calle era imposible girar otra vez a la derecha con un ángulo de 80 grados sexagesimales. Giré a la izquierda y después de media vuelta entré al aparcamiento gracias a que un automóvil saliente había abierto la puerta.
Inmediatamente cenamos crema de mariscos, rodaballo con gambas y salsa de almendras, y helado doble de turrón; se podía escoger entre 4 primeros platos y 4 segundo platos y entre varios postres. Y a la cama. Mejor dicho, cada uno en su cama. Es bien sabido que pedir reserva con cama de dos personas (antiguamente llamada cama de matrimonio) es casi pedir la Luna en un hotel; nunca se puede reservar. Mi esposa y yo nos con formamos ya que sólo eran dos noches.
Sábado:
Desayunamos de bufete aceptable y bajamos al sótano donde estaban las instalaciones termales-acuáticas. Nos dieron una cartulina con el horario de todas las actividades previstas, una toalla enorme y un albornoz. En nuestra habitación, nos pusimos el solicitado traje de baño, y otra vez fuimos al sótano con la toalla y el albornoz.
Primera actividad: a las 11:00 nos separaron y a mi me llevaron a un habitación donde un monitor me envío un chorro de agua caliente con una manguera por todo el cuerpo durante 15 minutos. Después, en otra habitación me tendí en una camilla y descansé durante 15 minutos con una bolsa plana con fango caliente en la espalda. Al quedar ya frío el fango, me levanté y esperé. En otra habitación me explicaron que me harían un masaje con chocolate y aceite de almendras y que para ello, era preferible que cambiase de indumentaria con el contenido de una bolsa plana de 6 centímetros. Con cierta dificultad (por falta de hábito) me puse el tanga (de los que tienen un cordelito detrás y en la cintura) de plástico negro, muy sexual pero lamentablemente sólo el masagista me lo vio puesto y yo no traía cámara fotográfica. El masaje duró 30 minutos (15 minutos por cada lado, entendiendo por lado: no el izquierdo y el derecho, sino el anterior y el posterior), después me saqué el engrudo en la ducha y me cambié de indumentaria por otra igual pero limpia. Y recibí otro masaje durante 20 minutos con crema de chocolate transparente que no se tenía que eliminar en ducha. Más tarde, mi esposa me dijo que me había quedado la piel muy fina al tacto.
En la comida escogí fideuà con allioli, pie de cerdo con salsa al estilo de la abuela y helado doble de turrón; el jefe de sala me trajo otro plato de este pie de cerdo alegando que un solo plato era poco para mí; mi esposa renunció. Recordemos que el pie de cerdo tiene huesos, gelatina y carne; y no tiene grasa que engorde. Hicimos una siesta larga.
A las 18:00 fuimos otra vez al sótano con traje de baño, toalla y albornoz. Primeramente, estuve 15 minutos dentro de un cilindro de chorros finos de agua caliente (que fue la actividad termal menos interesante) y después 30 minutos en la piscina (que fue la actividad termal más interesante) junto con mi esposa y otros 8 huéspedes. Antes de entrar, tuvimos que ducharnos con agua fría y ponernos un gorro de la casa.
Descripción de la piscina: 4 por 8 m y 1,4 m de fondo. Bajada por una escalera con chorros sumergidos de 5 cm de grueso para los tobillos. Zona de burbujas para 4 ó 5 personas (aquí, bajarse el traje de baño hasta las rodillas es menos interesante que bañarse en el mar desnudo). Dos zonas con chorro sumergido de 5 cm de grueso para la espalda. Una zona con 6 chorros juntos de 1 cm de diámetro cada uno (lo más interesante, aparte de dos chicas con biquini pequeño). Una zona con una cascada de 1 cm de espesor y 60 cm de anchura alimentada con fuerza por un tubo cuadrado de 15 cm por 15 cm de sección. Toda el agua estaba a 35 Celsius excepto en dos zonas con pequeña ducha horizontal no sumergida de chorros finos de agua fría.
Mi esposa salió un rato del balneario y volvió con el libro de 300 páginas “Història termal de Caldes de Montbui” (en catalán, “història” se escribe con acento por ser una palabra esdrújula; en castellano se escribe sin acento por ser una palabra llana). A las 20:00 fuimos a misa. La iglesia era espaciosa y con 10 capillas laterales. Había mucha gente, especialmente 4 filas de niños de ambos sexos que curiosamente se mantuvieron muy callados (probablemente por prescripción del joven sacerdote). La gran mayoría de los asistentes comulgamos.
Para cenar tomé crema de calabacín con picatostes y láminas de queso, costillitas rebozadas con chanfaina y helado doble de turrón. El lector perspicaz habrá sospechado que esta clase de helado me gusta; pero es que no tenían de chocolate solo. Detrás de mi esposa había una mesa con seis mujeres de unos 30 años muy animadas. El comedor estaba bastante lleno con huéspedes desde jóvenes de estos que no se sabe si están vinculados documentalmente, hasta vuidas solas, pasando por parejas casadas (formadas por personas de distinto sexo); nada que ver con huéspedes lúgrubes de balneario de la cuarta edad.
Nos retiramos a la habitación pronto.
Domingo:
Otro desayuno con bufete. Otra piscina durante 30 minutos; algún rato, mi esposa y yo estábamos solos; en otro rato, mi esposa se encontró con una ex-alumna cuyo abuelo fue compañero de servicio militar del padre de mi esposa; ésta ha conocido a tantos alumnos cuyos nombres ha retenido en su memòria extraordinaria y ha dejado tan buena imagen suya en las memorias de ellos que cuando paseo con ella no me extraña encontrar a algun ex-alumno o padres de ex-alumos.
Visitamos un poco las cercanías del balneario. Era día de la segunda tanda de consultas populares por la independencia de Catalunya. Había animación en la plaza principal, con unos músicos autóctonos. Hice unas fotos de las termas romanas. En una pastelería, compramos dulces típicos y carquiñolis (unos bizcochos duros). En un tenderete independista me compré una camiseta de manga corta con una impresión de un estupendo guerrero del siglo 9 a caballo y la inscripción “Guifré 897. Catalunya” refiriéndose a quien en los libros de historia que estudié llamaban “Wifredo, el Velloso” y a quien la leyenda atribuye recibir como premio y en su lecho de muerte (gloriosa tras una batalla) el primer escudo con la bandera catalana; negociaré con mi esposa las circunstancias que me puedan permitir salir a la calle mostrando esta camiseta.
Facturación (cada gorro de baño no estaba incluido en el precio del baño y costó 1 euro), salida del aparcamiento, salida de Caldes de Montbui y trayecto hasta Castellcir donde mi cuñado nos agasajó con un aperitivo y una comida. Después, visitamos el único bar de la población donde pudimos ver tres mesas con hombres jugando al juego de cartas llamado butifarra. Es de notar que a las mujeres nadie les ha prohibido jugar a cartas en el bar, pero ellas se discriminan voluntariamente. Vuelta a casa por la tarde.
El resultado de las actividades termales ha sido positivo para mi esposa ya que dice encontrarse más relajada. Para mi, el resultado ha sido tener nuevas experiencias interesantes, aunque no me he encontrado más relajado. Todas las personas que conozco que han efectuado actividades termales las recomiendan.